El señor Nietzsche, en su libro “Así hablabla Zarastustra”, dice “Hemos inventado la felicidad”.
Y esa frase, así a secas, me dio por pensar. Y pensé que quizás, si no existiera la felicidad, el término en sí, y la idea que cada uno tiene sobre ella, a lo mejor, sólo a lo mejor, viviríamos más plenos y más satisfechos con la vida. Justamente porque no la perseguiríamos. Y os pongo un ejemplo, porque a partir de ahí, empecé a investigar un poco más sobre el concepto. Por eso me fui a la Wikipedia, y mirad la definición que me encontré: “estado emocional que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada” Y proseguí en mis pesquisas, y me fui a la gran academia española de las palabras, aquella que “limpia, fija y da esplendor”, y cuál fue mi sorpresa que la primera definición de felicidad era la siguiente: “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien” Así que delante de estas definiciones, me da por pensar que, que si enfocamos nuestra felicidad en objetivos, y en bienes, lo que nos va ocasionar va a ser más desdicha que otra cosa. Y os pongo un ejemplo. A mí me gusta salir a correr, es decir, que soy una runner, que eso ahora en estos tiempos queda muy cool y está muy de moda. Me gusta mover el esqueleto, y básicamente porque me hace sentir bien. Antes, me obcecaba en correr cinco minutos más, y me gritaba interiormente “¡Venga, Judit! Tú puedes!”. Y claro, si no conseguía el objetivo marcado, ¿qué pasaba? Que me hundía, y entonces empezaba el maravilloso efecto de nieve. “No has podido, ni un minuto más” “Es que no tienes fuerza de voluntad” “Eres una fracasada, ahora que estabas a punto de conseguirlo, vas y te rindes” ¿Os suenan esas frases? Así que al día siguiente si iba a correr, iba un tanto desmotivada, y si me volvía a pasar lo mismo, y no conseguía esos dos minutos de más, la frustración era doble. Y entonces, llego un día, un día que me propuse pasar del reloj, y de su cronometro, porque lo único que estaba haciendo era impedirme disfrutar. Porque correr, en lugar de una diversión, se estaba convirtiendo en mi particular fracaso infinito. Fue, a partir de ese momento, a partir de ese instante, que empecé a disfrutar. Y ahora, corro como nunca. Más que antes. Y lo sé, porque llego más lejos. Por eso creo que tener objetivos, nos puede quitar la felicidad. Por eso apuesto, por hacer las cosas que nos gusten, y hacerlo de manera repetida, insistentemente, porque es inevitable avanzar. Es inevitable progresar cuando haces una y otra vez lo mismo. Porque como dice el Dr. Mario Alonso Puig: "Aquello que merece la pena hacer, vale la pena hacerlo aunque nos salga pobremente. Es así como aprenderemos y poco a poco mejoraremos"
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